Desde hace casi 10 años, el bosque esclerófilo de Rao Caya ha sido el eje central en la producción creativa de Yto Aranda. Ahí, a más de 100 kilómetros al suroeste de Santiago, no solo realiza residencias artísticas, también de ese lugar ha surgido "Radix Sapiens", su última obra que transportó a los visitantes de la Bienal de La Habana a este ecosistema a través de dos libros de artista sonoros, lumínicos y reactivos.
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Antes de hablar sobre su carrera, la artista Yto Aranda dedica alrededor de 25 minutos a relatar la operación de rescate de su revista digital Escáner Cultural, una publicación de arte contemporáneo que fundó en 1999. Con la ayuda de la IA, descubrió un programa que le permitió convertir el sitio que tenía en Drupal (segunda etapa de la revista, 2007 a 2024) en archivos HTML estáticos. Gracias a este proceso, logró preservar cientos de artículos que, de otro modo, habrían quedado obsoletos. Hoy, en 2025, diseñó una nueva plataforma en WordPress, la que funciona con el nombre de art.escaner.cl, comenzando así la tercera etapa de la publicación.
Su objetivo nunca ha sido ser pionera, sino que más bien ha estado impulsado por un genuino interés en el aprendizaje en torno a la tecnología y naturaleza. Prueba de ello es el mural electrónico, sonoro y visual, instalado en 2017 en dos muros de la Estación Quinta Normal del Metro de Santiago. Titulado (((KO))) Ɛ>-<((aQua_esfera))>-<3, se compone de ocho módulos hexagonales que pretenden reflexionar sobre el agua y sus ciclos, no solo como la base del sustento planetario, sino también como componente primordial del cuerpo humano.
Ahora, su proyecto más reciente se titula Radix Sapiens, dos libros de artista sonoro-lumínicos, concebidos como un viaje al bosque esclerófilo, un ecosistema que ha influido en su producción artística durante aproximadamente una década, cuando decidió vivir junto a su pareja, el fallecido pintor Omar Gatica, en lo que bautizaron como Rao Caya, una reserva natural ubicada en la comuna de Alhue, en la provincia de Melipilla. Desde entonces, la artista ha trabajado para concientizar sobre la importancia de este ecosistema, que destaca por su biodiversidad, su capacidad de adaptación a climas áridos y su rol en la regulación del ciclo del agua y la conservación del suelo, además de servir como refugio para diversas especies y contribuir a mitigar el cambio climático.
Radix Sapiens fue expuesta recientemente en la Bienal de La Habana, como parte de Transmutualismos, proyecto que buscaba abordar entre cuatro artistas chilenas -Klaudia Kemper, Soledad Neira, María José Rojas y Aranda- los impactos negativos de la actividad humana en los ecosistemas como un llamado urgente a la acción. Para su obra, Aranda complementó la tradición textil con nuevas tecnologías, al tejer yute (o sisal) junto a un dispositivo que permite oír a través de audífonos seis narraciones sobre el bosque esclerófilo en inglés y español, emulando el intercambio de información entre las raíces de los árboles. Además, el trabajo se compone de sensores que al tocarlos genera sonidos de aves de Rao Caya mediante parlantes abiertos. La artista cuenta que para su traslado y realización se inspiró en la instalación Khipu presentado por la creadora chilena Constanza Piña en Ars Electrónica 2020, obra compuesta por 180 cuerdas de alambre de cobre y lana de alpaca, galardonada en ese entonces con una mención honrosa.
El año 2015 compraste lo que ahora entiendo es Rao Caya, un terreno ubicado en un bosque nativo del Cordón de Cantillana, en la Región Metropolitana de Chile.
Sí, rao significa "medicina" en shipibo conibo y caya significa "alma". Lo interpreto como "medicina para el alma". Suena muy bien, porque cuando llegan personas y les cuento eso, entran con otra actitud. Es una experiencia transformadora. Algunos solo necesitan pasar por aquí, mientras que otros se quedan atrapados por la energía del lugar.
¿Lo pensaste desde el inicio como un espacio para residencias artísticas?
Sí, en un principio no me di cuenta de que era una reserva. Desde el año 2000, Omar y yo quisimos salir de Santiago, pero nos tomó 15 años lograrlo. Hicimos varios intentos, incluso construimos una casita, pero nunca llegamos a vivir en ella. Finalmente, cuando encontramos este terreno, nos pareció un paraíso. El estero que lo bordea nunca se había secado hasta 2019. Aunque no me consideraba activista ni ecologista, vivir aquí cambió mi perspectiva. Antes jamás me habría parado frente a un árbol para impedir que lo cortaran, pero ahora lo haría sin dudarlo. Lo de hacer residencias ha sido lento, puesto que mi socio y marido enfermó, y luego partió a otros planos de existencia. Como viuda voy más lento, pero se han seguido haciendo residencias.
¿Cómo fue tu primera visita al terreno? ¿Sentiste de inmediato que ese lugar era para ti?
Para nada. Omar se interesó primero. Yo buscaba terrenos, pero él insistió en visitar uno con casa construida. Me parecía un trayecto demasiado largo y llegué a la defensiva. A Omar le encantó, así que decidimos comprarlo, pero cuando íbamos a firmar, el dueño se arrepintió de vender la casa. En su lugar, nos ofreció 73 hectáreas. Dije que no teníamos dinero para construir desde cero. Negociamos y acordamos comprar 36 hectáreas, comprometiéndonos a comprar la otra mitad, pero al final gastamos todo en la construcción. El vecino casi nunca viene. En la práctica, he cuidado y protegido 73 hectáreas.
73 hectáreas de bosque esclerófilo. ¿Cómo es que este se convirtió en el foco de tu trabajo artístico?
Fue un proceso gradual. Compramos el terreno porque nos enamoramos del lugar, sin saber en ese momento que era biológicamente tan puro. Después de meses de indecisión, viajamos a Coroico, Bolivia, y nos dimos cuenta de cuánto gastábamos en esos viajes, cuando teníamos la oportunidad de tener un lugar propio a un excelente precio. Al visitar el terreno para tomar la decisión final, ocurrieron cosas extrañas: una lechuza pasó junto a Omar y dejó caer una pluma frente a él. Luego, mientras caminaba, me apoyé en un litre y, sin saber qué árbol era, hice una oración preguntando si este lugar era para mí. De repente, apareció un lagarto chileno enorme con el lomo completamente naranja. Intenté llamar a Omar para que lo viera, pero no llegó a tiempo. Más tarde, Omar se sentó en una piedra a masticar unas hojitas y se encontró con una culebra que lo miró por varios minutos. A partir de esas experiencias, supe que este era nuestro lugar. Un amigo mapuche, Francisco Huichaqueo, me dijo que el lugar nos había aceptado.
Radix Sapiens se presentó en la Bienal de la Habana como dos libros interconectados, ¿siempre fue así o concibes otras formas de exhibición?
Inicialmente eran dos libros que las personas podían tocar, pero sentí que faltaba un vínculo así que decidí crear una conexión tejida. Radix Sapiens comenzó con una idea que terminó siendo otro proyecto llamado ~~~ desde la raíz ~~~, una aproximación al bosque esclerófilo, que ganó un financiamiento Fondart y ahora se está materializando en una gran instalación que se presentará en Pichidegua.
¿Entonces Radix Sapiens nació dentro de un proyecto exclusivamente de libros de artista?
Sí, me invitaron a participar en una propuesta de libro de artista y, como te expliqué, la idea derivó en el proyecto inmersivo ~~~ desde la raíz ~~~. Entre tanto, postulamos a la Bienal de La Habana y concebimos Transmutualismos. En ese momento realicé Radix Sapiens como una versión narrativa, donde cada raíz tiene seis sensores que al tocarlos generan sonidos de aves de Rao Caya mediante parlantes abiertos, y las narraciones se escuchan a través de audífonos. Más tarde, la Bienal mostró interés en ~~~ desde la raíz ~~~, pero ya no me daba el tiempo, aunque terminé haciendo una versión muy pequeña llamada Raíz esclerófila que se exhibió en la exposición La Tierra: Un Futuro Incierto, curada por Lynda Avendaño en la Bienal.
Pensé en “radix” como raíz, pero también me sonó a “radio”, como algo sonoro. Además, “sapiens” sugiere una conexión con el conocimiento de la naturaleza. ¿Hay algo de eso en el concepto? ¿Tiene relación con las teorías del posthumanismo, como las de Donna Haraway? Ella resalta la interdependencia ecológica y critica la visión antropocéntrica del mundo
Me encanta tu idea de radio en la lectura de radix, que en verdad significa raíz. Raíces sabias, transmisoras de conocimiento. He leído a Donna Haraway, pero no he profundizado en ella como corresponde hasta ahora, pero sí en otras, como la idea de la inteligencia de las plantas de Stefano Mancuso y la conexión subterránea entre hongos y raíces, la “wood wide web” (genial), despertando en mí el interés en visualizar de alguna manera el mundo subterráneo y su valor. Mi motivación proviene más de mi experiencia personal. Cuando llegamos a Rao Caya, pasamos meses viviendo en carpa y ha sido de alguna manera heroico mantener vivo el proyecto. Recién llegando un biólogo me dijo que el terreno era un bosque esclerófilo, algo que despertó mi curiosidad. Comencé a estudiar y terminé completamente enamorada de este ecosistema. A medida que fui entendiendo el valor del bosque esclerófilo, me di cuenta de la magnitud del desconocimiento en torno a él y comprendí que como artista era mi deber transmitir la importancia vital de este sistema vivo, la gravedad de problemas como la desertificación y otras materias que ponen en peligro su existencia. Vivirlo es muy distinto a sólo leer sobre ello. Y el arte puede transmitir de una manera más poderosa todo este conocimiento.
En Secretos del bosque esclerófilo de 2020 trabajaste con familias enteras de la comunidad de Pichidegua y Alhué, en Esclerófilas, al año siguiente, con mujeres del territorio. Me interesa saber cómo las vivencias de cada comunidad ha influido en la manera en que comunicas los conocimientos del bosque esclerófilo en la actualidad.
La vida y la obra se amalgaman. Cuando el artista Maximiliano Sepulveda llegó con un proyecto financiado y preguntó a la comunidad qué querían hacer, propuse un mural sobre el bosque, titulado La importancia del Bosque Esclerófilo, los participantes estuvieron de acuerdo, esto generó que todos compartieran conocimientos sobre el territorio, fue una instancia excelente. Luego, el Centro de Creación (Cecrea) Pichidegua me invitó a realizar un proyecto, donde con un financiamiento modesto enviamos materiales a los niñxs y sus familias durante la pandemia, yo propuse Los Secretos del Bosque Esclerófilo, una instancia maravillosa, en donde los participantes pintaron cerca de 70 hexágonos de cartón, los que yo convertiría en una gran pintura electrónica, todo esto sucedió dentro del marco de un proyecto mayor llamado Continente Prohibido que derivó en la invitación de todos los artistas involucrados a la Bienal de Artes Mediales de Santiago. Allí, trabajé en el Bosque Museo del Cerro Calán, creando Memoria Endémica, una obra sobre el pasado del bosque y su resiliencia. El año 2023, Cecrea impulsó la continuación de Los Secretos del Bosque Esclerófilo en Valdivia con el título Inmersión: Secretos del bosque. Llevaron a niñxs de Pichidegua y Valdivia a recorrer el bosque lluvioso y a participar de un taller dirigido por mí, en donde propusimos crear una obra 3D basada en una nueva versión de hexágonos pintados esta vez por ambas caras. Preparé los circuitos lumínicos y los niñxs ensamblaron los hexágonos en formato de escultura, generando una conexión simbólica entre ambos ecosistemas. Este proyecto fue importante porque además, finalmente monté la pintura electrónica con el material que surgió el año 2020 en Alhué/Pichidegua. Se cerró con excelencia ese ciclo de trabajo colectivo, con un alcance mayor al que nos propusimos, por lo que siento absoluta gratitud.
Ese proyecto debe estar muy relacionado con Radix Sapiens en cuanto a los circuitos lumínicos, aunque en este nuevo proyecto el audio también se vuelve fundamental.
Cuando me pidieron un libro de artista, se me ocurrió colgar raíces tejidas en sisal con sensores que, al tocarlos, activaran un audio. De ahí surgieron los primeros dibujos del proyecto, luego pensé las raíces conectadas entre sí. A medida que desarrollé la idea el concepto se complejizó hasta derivar, como te explicaba antes, en otro más grande llamado ~~~ desde la raíz ~~~. Esta instalación incluirá también 24 pinturas electrónicas, un video proyectado en forma circular con registros del bosque esclerófilo en las distintas estaciones del año, buscando que el espectador se sumerja en este ecosistema de manera más integral. Radix Sapiens terminó siendo una obra más acotada, como una hija de esta gran instalación, lo especial que tiene es que aborda la instancia narrativa sobre las características del bosque. Si logro que vuelva de Cuba antes de la exposición de ~~~ desde la raíz ~~~ (en junio de 2025), la integraré, porque pienso que es un gran complemento. Y sí, concebí estos proyectos como obras en donde el sonido es una pieza fundamental.
¿El material sonoro es el mismo?
El trabajo sonoro es una obra en sí misma. En Radix Sapiens se incluyen narraciones en inglés y español. Inicialmente, éstas se activaban al tocar los sensores, lo que no funcionó bien, pues se interrumpían unas con otras. Para solucionarlo, decidí que las narraciones fueran reproducidas constantemente a través de audífonos y que los sonidos del bosque se activaran con sensores. Esto fortaleció la experiencia, y me gustó tanto el resultado que estoy considerando agregar una tercera o una cuarta raíz para otros idiomas. ¡Imagínate el bosque esclerófilo narrado en alemán, chino o japonés! Con la IA, ahora es perfectamente posible.
A propósito de esto, no pude evitar pensar en el concepto de rizoma de Gilles Deleuze y Félix Guattari, que plantea conexiones múltiples, descentralizadas y no jerárquicas. ¿Cómo interpretas ese concepto en tu obra?
Uno de los sitios más importantes de la época del net.art, que llegó a convertirse en un museo en Nueva York, se llamaba Rhizome. Creo que el concepto se manifiesta excelentemente allí, pero también en otros espacios. Por ejemplo, en el caso de la World Wide Web, en general, tenía ese espíritu de interconexión. Hablando con Pedro Soler, comentábamos lo siniestro que es Instagram al privarte del link, cuando la esencia de la web es ser una telaraña de conexiones infinitas. Para mí, el concepto me transformó cuando Clemente Padín (artista y poeta uruguayo) me hablaba sobre el networking y del trabajo en red. Ahí descubrí a los artecorreístas que hoy ya llevan 60 años trabajando en red y en igualdad. Luego descubrí este mismo concepto a nivel de la naturaleza y finalmente es una interdependencia general con el planeta, el sistema solar e incluso el universo. Creo que los humanos tenemos un tremendo potencial, pero nos hemos quedado demasiado en lo particular. Si no aprendemos a concebir la vida en un formato global, nos vamos a autodestruir, es por esta razón que conceptos como rizoma son tan importantes.
Una red que se materializa en tus obras, tanto en el desarrollo de procesos como en la estética final de cada proyecto.
Sí, ha sido un proceso intuitivo. Una de mis obras más importantes de net.art, Cyber Bird Dance, hablaba del uso de pantallas antes de la masificación de los celulares y las tablets. Intuí que la gente se iba a obsesionar con las pantallas, pero nunca imaginé que sería tanto. La obra planteaba una pregunta: ¿los pájaros del futuro los veremos solo en una pantalla, escuchando sonidos grabados? Usé Flash para desarrollarla, y fue un momento en que sentí que había logrado algo importante en mi proceso con el net.art. El net.art nació con ese espíritu de red, al igual que el mail art.
¿Cuál consideras que es la principal diferencia entre ambos?
Que en el net.art se metieron los teóricos y empezaron a jerarquizarlo. Impusieron reglas sobre qué era y qué no era net.art, al punto de decir que solo los fundadores del movimiento hacían verdadero net.art. Lo mataron. En cambio, el arte correo sigue vivo porque mantiene el espíritu de comunicación e igualdad. Si buscas en internet, encontrarás un montón de artículos explicando por qué algo es o no es net.art: que si una obra está en la web pero no conectada con otras, entonces es web art, no net.art. En vez de entenderlo como un espectro, pusieron tantas reglas que destruyeron el espíritu original. Ahora nadie se puede sumar al net.art en su sentido original. Si yo hiciera una obra de net.art, lo llamaría así por cariño, pero ya no es lo mismo. En ese sentido, el net.art fue un fracaso.
Creo que tu arte es completamente lo contrario al "fracaso del net.art" que mencionaste, ya que mantiene la idea de red y conexión. Yo tampoco sabía mucho del bosque esclerófilo. ¿Cómo fue la reacción del público?
Lo que pasa es que la Bienal de La Habana en sí es un fenómeno. Me encanta ir porque es como retroceder en el tiempo, con toda su complejidad. A pesar de las dificultades económicas y la crisis migratoria, allá la cultura sigue siendo fundamental. La forma en que el público se relaciona con las obras es algo que no veo tan seguido en otros lugares. Recuerdo haber visto a una madre con su hijo deteniéndose en cada pieza por 15 o 20 minutos, lo que me hizo pensar que recorrer solo ese edificio debía tomarles varias visitas. Fue muy emocionante ver ese nivel de conexión. En cuanto a Radix Sapiens, todo terminó encajando mejor de lo que imaginé. El plinto, el libro, la raíz, la línea lumínica que conectaba todo, incluso los sensores. Al final, las soluciones más simples son las que mejor se integran, aunque en el camino pueda parecer más interesante lo complicado. Ese es el problema cuando uno trabaja con circuitos nuevos, siempre aparecen desafíos. Como no soy ingeniero electrónico, voy aprendiendo sobre la marcha.
Licenciada en Comunicación Social por la Universidad del Desarrollo (UDD - Chile), donde se desempeñó como ayudante de Periodismo Interpretativo. Cuenta con una especialización en Social Marketing de Northwestern University, y ha realizado múltiples cursos sobre comunicaciones en el campo de las artes visuales dictados por Node Center for Curatorial Studies (Berlín). Sus textos han sido publicados en Artishock y en la Revista Ya.
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