De visita en Chile, la artista, una de las principales cultoras del theremin a nivel local, participó de HADO, intervención escénica sonora, dirigida por Manuela Oyarzún, que se presentó en una única función en el Parque Bicentenario. Además, realizó un concierto solista en el marco del Hub Creativo, encuentro de artes mediales de Valparaíso.
Son alrededor de las 8 pm del martes 5 de noviembre de 2024 y hace dos semanas que una gran instalación aérea, compuesta por un manto de malla de aluminio soportada por siete máquinas alza-hombres, que varían entre los 12 y 20 metros de altura, domina el lado poniente del Parque Bicentenario de Vitacura. Sus creadores, el estudio Siglo 22 arquitectos, lo bautizaron como Cardumen: una estructura temporal, destinada a acoger actividades artísticas, que va mutando y adaptándose al igual que un grupo de peces.
Esa tarde es el turno de que el Cardumen acoja a HADO, una intervención sonora, escrita y dirigida por Manuela Oyarzún, donde actores, cantantes y músicos encarnan a seres mitológicos acuáticos que dialogan desde la altura en una atmósfera que combina luz y sonido.
La función está a punto de comenzar y el público se ubica tímidamente bajo este gran manto, se sientan o recuestan sobre el pasto, y poco a poco se dejan envolver por esta experiencia, narrada por Patricia Rivadeneira y Francisco Pérez-Bannen, que evoca a un ritual ancestral y que invita a meditar a partir de textos poéticos, que nos hablan sobre la importancia del agua en la composición del ser humano y del universo.
De pronto, desde un esquina, bajo las voces en altura de los cantantes operáticos, Marcela González y Sergio Jarlaz, y los sintetizadores del músico Alejandro Miranda, surge una mujer vestida de blanco muy concentrada, que mueve delicadamente sus manos en el aire. Sin tocar nada, la mujer genera unos sonidos misteriosos casi fantasmagóricos: es la magia del theremin de Agnes Paz, que ayuda a que la narración fluya y llegue a rincones sensoriales aún más profundos.
“Me gustan mucho estas invitaciones a trabajar en grupo, y sobre todo cuando es interdisciplinar, donde se crea otro espacio de creación, de exploración, de descubrir otras facturas. Abrir estos espacios más escénicos atrae a otro tipo de público, que no es exactamente el mismo del de la música experimental”, comenta Agnes, al día siguiente de la presentación, sentada en una cafetería de Providencia.
Convertida en una de las cultoras más importantes de theremin a nivel local, Agnes Paz se dio una vuelta larga antes de encontrar que su camino en la vida era la música. Primero estudió actuación y luego ingeniería en química, profesión que la llevó a ejercer varios años como investigadora en un laboratorio, hasta que encontró la magia del theremin. “Siempre estuve atravesada por la música, pero hasta que no llegó el theremin, no sabía lo que quería hacer exactamente. Intentaba cantar, trataba de componer, pero nunca me dedicaba realmente. Sabía que quería hacer mi propia música, pero no encontraba mi instrumento”, explica.
Además de sus trabajos solistas, Agnes ha realizado musicalizaciones en vivo para películas mudas, proyectos mediales, acciones sonoras y ha colaborado con destacados artistas como la banda Electrodomésticos, Vincenzo Vasi, Nori Ubukata, Wolfgang Spahn entre otros.
También es co-creadora de los proyectos "Meditaciones Sónicas", "Proyecto Marítima", y formó parte de "Sonoras", una colectiva feminista, sonora, callejera y ambulante y de "Colectivo No", colectivo de improvisación libre. Agnes se ha presentado en escenarios de Chile, Perú, Argentina, Uruguay, Rusia, Suiza y Japón.
“Más allá de la sonoridad del theremin, lo que me encanta, lo que me atrajo es como debes acercarte a él y cómo es que tienes que buscar la disposición de todas las notas. No es algo que aprendes como acordes o posturas de dedos en una guitarra, por ejemplo. Eres tú, tu oído, tu cuerpo lo que hace que el theremin suene, entonces es mucho más intuitivo el proceso de aprendizaje en comparación con cualquier otro instrumento. El theremin es un instrumento que no se toca, y que para aprenderlo, lo que tienes que saber primero es escuchar”, cuenta.
Fue en 1920 que el científico ruso León Theremin inventó el theremin, uno de los primeros instrumentos electrónicos de la historia. Funciona con dos antenas metálicas que detectan la posición de las manos del intérprete: una controla la frecuencia y la otra, la amplitud (volumen). Así, sin hacer contacto físico y sólo con el movimiento de las manos, las señales eléctricas del theremin se amplifican y se envían a un altavoz.
Cuando en 2011, Agnes Paz descubrió la existencia del theremin, ya habían pasado 25 años desde que había dejado de vivir en Moscú, su ciudad natal. De pronto, la música la hacía retornar a sus raíces.
Ahora volviste a vivir en Moscú, ¿cómo es hoy tu relación con Rusia, tu país de origen y cómo te relacionas con la escena del theremin allá?
En realidad estoy allá más por una cuestión personal, que profesional. Allá nací y viví hasta los 12 años, y de ahí nos vinimos a Chile. Y bueno, la realidad es que me vine de la Unión Soviética, entonces, después cuando volví ya era Rusia y era todo muy raro, muy distinto.
En mi infancia la pasé chancho, porque claro era un país muy perfecto para las niñeces, se pasaba bien y todo el mundo se preocupaba de los niños. El niño quería ir al teatro, entonces iba al teatro, quería hacer deporte, y lo llevaban a hacer deporte. Era todo muy cultural y muy consciente de que el futuro del mundo son los niños. Se podía soñar incluso con ser cosmonauta, imagínate, era todo muy hermoso. Y luego, fue despegarse de ese sueño, de esa utopía.
Ahora estoy participando allá harto en la escena de la improvisación de theremin, ha sido hermoso descubrir ese espacio, porque en viajes anteriores sentí que era todo mucho más cerrado, mucho más formal, y seguramente era porque no había caído en los lugares adecuados y ,en cambio, ahora estoy mucho más activa y están pasando más cosas. En abril me becaron para una residencia en el Laboratorio de Música Electroacústica del Conservatorio de Moscú, que como espacio me sonaba demasiado formal, a mí esa palabra ya me da miedo, pero terminó siendo una de las instancias más experimentales en las que he podido participar en mi vida, con una libertad, un respeto y permiso para hacer lo que tú quisieras. Éramos un grupo de 12 personas haciendo unos ruidos del demonio, un noise profundo, y estaba todo bien. Había gente que después de nuestro concierto final decía “nunca más volveré a esto”, pero estaba feliz. Y qué bueno que ocurrió, claro.
Había pasado solo un año desde que descubrió el theremin y la artista ya estaba organizando Electromagnética, el primer encuentro internacional de theremin en Chile, que se realizó en el Centro Ruso (2012), al año siguiente en el GAM, y que tuvo varias versiones hasta 2018. En esos eventos, Agnes pudo darle visibilidad y valor al instrumento, pero sobre todo, encontrarse con otros amantes y cultores chilenos y extranjeros, formando una comunidad que trasciende hasta hoy.
¿Por qué creaste este festival y cómo crees que ayuda en la evolución del theremin en Chile?
Eletromagéntica nació de mis ganas de que apareciera mucha gente y se enamorara del instrumento como yo, porque muy poca gente lo conoce, pero el theremin necesita su tiempo, y claro, el festival sirvió para darlo a conocer a más personas, pero es un esfuerzo que tiene que prolongarse más. Conozco varias personas que a raíz del festival se pusieron a explorar de distintas maneras, de formas tal vez mucho más privadas, pero que están ahí, que han tomado algunas clases, que me escriben, me preguntan; sirvió para conocer y descubrir, porque a pesar de que Chile es tan chiquitito y que está muy lejos de todo, creo que acá hay más thereministas que ejercen y usan el theremin que en otros lugares del mundo. Alcanzamos, incluso, a hacer dos o tres Academias de Theremin, una en que invitamos a Carolina Eyck, una de las thereministas más talentosas alemana, y después también vino Lydia Kavina, quien fue mi maestra y que es una de las últimas artistas vivas que tuvo clases con el mismísimo León Theremin. La verdad es que Lydia ha sido fundamental en que el theremin haya vuelto a aparecer: casi todos los thereministas del mundo que están activos en algún momento pasaron por ella. Lydia trabajó con Tim Burton para musicalizar algunas de sus películas y también tocó con Tom Waits, entonces como que en algún momento, en los años 90, cuando nadie se acordaba del theremin, fue ella la que hizo que sonara y que sonara bien, y en toda su capacidad musical, que es súper importante.
Y ¿por qué no siguió Electromagnética?
Porque hay que dedicarle mucha energía y cada vez era más difícil gestionar los apoyos, incluso si era un festival que se hacía cada dos años, hay que empezar un año antes a postular a fondos, a convocar. En los primeros años fue fundamental el apoyo de Lina Portius, otra thereminista chilena que conocí en ese momento y nos hicimos muy cercanas y después se sumó como productora ejecutiva Constanza Fernández, que es cineasta. Ella estuvo conmigo dándolo todo hasta el 2018, y ella no tocaba theremin, simplemente estaba enamorada del proyecto. En esos años también fue fundamental el GAM y todos sus equipos técnicos y de comunicaciones. Los artistas internacionales que venían quedaban para adentro con la cantidad de gente que venía a las presentaciones, teníamos muy buena convocatoria, las salas estaban llenas y para todos era una sorpresa.
Y en Rusia, ¿no pasa lo mismo?
No, creo que la gente no va tanto a conciertos de theremin y no hay un festival como tal de theremin, claro hay algunos conciertos que se llenan, pero porque hay thereministas conocidas que siempre tocan. Está Olesia Rostovskaya, que ella es thereminista y además toca carrillón y el bisnieto de León Theremin, que es Peter Termen, yo no lo he visto tocar en vivo, pero creo que tienen también buena convocatoria. Y bueno Lydia ahora está en Inglaterra, y a veces va y toca...
Claro, es el país cuna del theremin, pero no sé si hay algún país en específico donde el theremin tenga mucha onda. Más bien creo que somos como semillitas esparcidas por distintas partes del mundo. De hecho, la mayor cantidad de thereministas por metro cuadrado está en Japón. Hay un japonés ahí que se enamoró también del theremin como todos los que lo tocamos y armó una escuela y como los japoneses son súper comprometidos, disciplinados y además obsesivos, armó una orquesta gigante, donde 150 japoneses se juntan a tocar Bach, por ejemplo. Son muchas líneas de violín, de cello, líneas vocales, arias de ópera que se traspasan al theremin. Hacer eso es mucha pega, es muy difícil. Se necesita tener un nivel de dedicación y virtuosismo brutal.
Y a ti ¿qué te pasa con esa forma de enfrentarse al theremin?
A mí me gusta más explorar el otro lado del theremin, crear para composiciones y maneras de tocarlo distintas, nuevas. Por un lado, pienso que si ya puedes tocar en un cello o un violín ciertas melodías ¿para qué necesitas tocarlo en un theremin? Ok, es lindo, pero siento que eso no permite que el instrumento se desarrolle y se comprenda toda su capacidad expresiva. Tocar en un theremin lo que está acotado a otro instrumento, es darle menos posibilidades al theremin, es apretarlo. Y claro, para que el instrumento se desarrolle también necesita tener espacios y sonoridades de acuerdo a lo que vivimos. Por supuesto, pienso que lo que hacen los japoneses es espectacular, y sueño con ver uno de esos eventos gigantes.
Ahora, lo que yo intento es tratar de colaborar con la mayor cantidad de proyectos distintos para también darle vida al theremin, darle ese aire. El theremin no es un instrumento raro, no es solamente para hacer efectos de películas de terror y tampoco es solo para tocar piezas clásicas. Para mi, el proceso fue primero aprender a tocar, descubrir cómo hacerlo, y que eso empiece a tener un sentido. Recién el 2016, empecé a aterrizarlo y a encontrar mi sonido, mi relación con el instrumento.
¿Y cómo describirías esa relación?
Cuando toco el theremin entro en una especie de meditación en que solo vivo el presente. A veces bromeo con esto, pero es una realidad, yo no puedo tocar el theremin si estoy enojada, porque si es así, tu cabeza está en otro lado, y para tocar el theremin necesitas concentrarte y dedicarte. Tengo amigos bateristas o percusionistas, que me dicen “ah, yo puedo practicar y ver tele”, olvídalo para mí es imposible. Para mí el theremin es concentración, es algo muy íntimo, trabajo desde mi interior, con mis memorias, y desde la improvisación.
Sin embargo, en enero vas a lanzar tu primer disco ¿cómo fue llegar a esa composición?
Sí, es un disco que se ha demorado mucho, mucho en salir. Entre que yo no estaba segura, estaba eternamente echándolo para atrás y luego surgían otras complicaciones. Cada vez que toco es una improvisación, pero pasa que también de a poco se van afiatando partes de algunas melodías que me van gustando, hasta que finalmente siento que es una composición. Es un largo tema de 20 minutos, cuyo nombre en español es El viaje, pero lo voy a sacar en ruso, porque tiene sentido. Digo textos en ruso y empezó a nacer con ideas que surgieron en una viaje que tuve allá. Entonces son deambulares, lo mismo que pasa en la música, tú sabes dónde partes, tal vez sabes dónde vas, pero tienes idea de los caminos que vas a recorrer.
Además del disco ¿cuáles son tus próximos proyectos?
El disco es una cosa que necesito cerrar para poder empezar a pensar en el futuro. También hay un trabajo que fue una obra que presenté el 2023, en el contexto de los 50 años del golpe de Estado. La obra original en realidad la toqué el 2013, en el primer festival Electromagnética que organicé en el GAM y que fue mutando. En principio era un poema de Pablo de Rokha que reinterpreté y transformé en música, con una proyección donde aparecía el listado de los detenidos desaparecidos. De esa primera versión, se incluyó una versión en un compilado de Sesiones Pleamar que salió recién.
Luego, el año pasado, quise que ese gesto cobrara más sentido y lo que hice fue trabajar con mujeres, familiares de víctimas de la dictadura, quienes iban leyendo la lista de nombres, lo que hice fue armar con ellas un coro de voces, mientras tocaba el theremin. Fue muy emotivo y significativo para el ejercicio de memoria.
Eso es algo que quiero volver a hacer, masterizar, grabarlo y si hay oportunidad presentarlo en vivo.
Periodista egresada de la Universidad de Santiago de Chile. Trabajó durante una década en la sección Cultura de La Tercera, donde cubrió temas de artes visuales, arquitectura y fotografía. Fue periodista de la revista Palabra Pública. Hoy es jefa de contenidos de Fundación Teatro a Mil.
Mediales.art es una plataforma de difusión de artes mediales que busca comunicar y registrar el quehacer de distintos artistas y teóricos nacionales que basan su trabajo en tecnologías y soportes electrónicos y digitales.
La escena de las artes mediales en Chile así como en Latinoamérica, ha ido creciendo en los últimos años; es por eso que este sitio pretende aportar al entendimiento de este panorama, rastreando posibles cruces y diálogos entre diferentes artistas y obras contemporáneas, a partir del análisis de sus respectivas propuestas tecnológicas, estéticas y conceptuales.
Para esto, además de la sección de Noticias, una vez al año Mediales.art publica una serie documental dedicada a artistas mediales que narra a través de sus voces y con material de archivo, sus inicios en el medio, haciendo un recorrido por algunas de sus obras y analizando sus principales intereses e interrogantes.